Décimas combativas (II)

23/5/08

Movidos de sentimientos
por nuestra tierra
saltaremos a la sierra,
si ello es su fermento,
daremos conocimiento
a nuestra generación
implantando la ilusión
del modo más necesario
dando al pueblo canario
de libertad la canción.

Se nos dirá la sinrazón
de que no tenemos derechos,
que pueden sacar provecho
en cualquier ocasión,
desangrando sin perdón
la tierra en que vivimos.
En estas peñas crecimos
y bien las defenderemos,
porque muy bien queremos
la tierra en la que nacimos.

Y aquí se despide un awara
amante de su terruño
que levantará su puño
y mostrará su cara.
Ante el enemigo no para
y muestra su emoción,
luchando con pasión
por reivindicar el lugar
y sin parar de pujar
por nuestra gran Nación.

Puerto Naos fruto de una mala gestión

19/5/08


En nuestra isla existen infinidad de puntos horrorosos fruto de la política a la desesperada, de aquella que pretende encontrar la gallina de los huevos de oro con tan sólo poner una firma en una papel que permita a los constructores dar rienda suelta a su imaginación de cemento. Un ejemplo de ello es el disparate del pueblo de Puerto Naos, una de las zonas costeras de Los Llanos de Aridane peor gestionadas de la isla. Y con lo de gestión no quiero hacer referencia a las carreteras de enlace con el centro del municipio y la playa, sino a la organización de sus calles, a su direccionamiento, al servicio de limpieza, a la seguridad vecinal o a las zonas abandonadas a la suerte de Asieta.
Podemos observar como este apéndice de la zona del valle está exclusivamente destinado para aquellos güiris de Sol y playa, para los funcionarios españoles, o para aquellos a los que les apetece la soledad del invierno de las playas awaras.
Ya lo dice hoy el Diario de Avisos en una de sus nuevas. Los empresarios se quejan y con razón.
Pero ojo, que esta protesta no se convierta en una nueva ola de permisos especiales para que inunden todo de ese material gris y frío con nombre de animal gigantesco, sino para que transformen este desastre en un barrio agradable, reflejo de la sostenibilidad y del buen gusto.

GODO

8/5/08

Llega un godo y otro godo
a esta tierra hospitalaria
vociferando de todo,
hallan plácido acomodo
y arrojan la solitaria.
Empiezan a codearse,
a echar andorga y tupé.
A ver al sastre, a bañarse,
a fumar puros y a hartarse
de beber en el café.

Quién que de estirpe preclara
pregona por las esquinas,
de venir de los Mañara,
de Ladrones de Guevara...
o ladrones de gallinas.

Cual que tiene por divisa
presentar el nalgatorio
por donde le da la brisa,
y tal que es para Tenorio
más feo que un pedo en misa,
persigue de un nuevo rico
algún guayabo en sazón,
y el pais le sale chico
para ser cabrón y pico
que es pasarse de cabrón.

Cual otro, que de saber
no duerme en adquirir fama,
sin llegar a conocer
que no ha pasado de ser
distinguido coño mama.

De godos y sarracenos
nos llega cada ejemplar
que el que más como el que menos
tenemos los huevos llenos
sin poderlo remediar.
Esto lo dijo un palmero
que está bien harto de godos,
después, volviendo el trasero,
rubricó con gran salero:
¡cuatro pedos para todos!

Domingo Acosta Guión

Derramarás lágrimas

7/5/08


Desde chicos a los awaras se nos mete bien en la cabeza el concepto de isla menor, bien enseñado por los caciques coloniales que pretenden con este tipo de ridículos fundamentos, hacernos creer que por el hecho de nacer en un fisco de tierra en medio del mar y, además, tener una población de aproximadamente ochenta mil habitantes, no somos nada. Nos dicen que en nuestra patria no puedes disfrutar de las comodidades de la urbe capitalista (y gracias a Asieta que no es así), ni de tu juventud, ni de tu futuro; o que la tierra que pisas no tiene valor alguna si no es recubierta con ese ropaje de negro y contaminante piche.
Creces en medio de un sentimiento de autocompasión, agradeciendo todo lo que viene de fuera y despreciando lo del País por mago, o como lo quieren decir ahora que suena más fino, por doble insularidad. Los palmeros llegamos al instituto con ganas de salir, pero no sólo del edificio, sino de nuestra cuna. Llegar a segundo de bachillerato supone estar en el quicio del burdel chicharrero o canarión (o de cualquier otra ciudad universitas ya en el extranjero) en el que están hechas las hermandades de Achineche y Tamarant. El curso se convierte en un rifirafe de décimas, de ruegos y de favores para alcanzar la nota suficiente que te permita alcanzar al futuro por la puerta grande.
Fuera de la isla y ya en el mundo desarrollado todo es una utopía alcanzada, un orgasmo constante en el que disfrutas cada segundo más que el anterior y no metafóricamente hablando. En los primeros meses no eres otra cosa sino éxtasis puro concentrado, que al volver a las tierras palmenenses en el puente de esa Constitución que nos obligan a celebrar, o por Navidad, explota contando a los prójimos las maravillas que tiene el mundo civilizado: "Aquello es otro mundo". Pero pasan las vacaciones y la salida de las vacaciones cae como una patada en un ojo. Aquello que era tan grande en la ciudad lo encogieron en tu ausencia, lo nuevo se hace monótono, las guaguas se vuelven carros lentos tirados por burros y la panacea se transforma en una abominable pesadilla, con asesinos, ladrones y otras barbaridades incluídas.
Las papas de casa ahora saben mejor y el Telepizza, además de caro, es asqueroso. Deseas volver a casa y comer algo con fundamento, o con que te manden con alguien que viene al médico una cajita con congelados de mami y verduras de la huerta, tienes.
Ahora te emocionas al decir el nombre de tu tierra, y se te derraman por el rabillo del ojo un par de gotas saladas al escuchar "Ese mar que me aleja de ti...", que en un principio es culpa de la alergia, pero que se transforma en llanto al terminar con "Esa isla mía, que me vió nacer..."
Cierto es "... que la llevo en el alma y no la he de perder", pero poco nos queda para dejar de ver ese paraíso que siempre en vacaciones nos acoge con cariño.
Hermano, álzate, pon tu puño izquierdo en alto en dirección las estrellas, no te rindas en la lucha y, sobre todo, no dejes que conviertan tu isla en una porquería urbanita.
La guataca no se lleva bien con el cemento